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LOS VERDES DE COLLADO VILLALBA "EQUO COLLADO VILLALBA"

EL BOOMERANG KATRINA

EL BOOMERANG KATRINA Artículo de opinión por Florent Marcellesi e Iñigo Aguirre, portavoces de BERDEAK – European Greens
¿Qué relaciones existen entre un ciudadano, su coche, el huracán Katrina y su trabajo recién perdido ? A primera vista, poco. Mirando con más detalle vemos, por desgracia, el reflejo de una humanidad suicida e inmadura.

De hecho, todas las mañanas, nuestro amigo ciudadano cogía su coche para ir a su trabajo: bien porque debido a un sistema de transporte público insuficiente no puede hacerlo de otra manera, bien porque su tranquilidad y bienestar son más importantes que las generaciones futuras. Yendo hasta el polígono industrial, su coche participó no sólo en el aumento de C02 en la atmósfera sino también en la disminución de los recursos de petróleo disponibles. Con una doble consecuencia: agravar el cambio climático y aumentar el precio del petróleo.

El cambio climático es mucho más que un lema comercial para una película de ficción: sin esperar hasta “el día después”, tiene ya unos efectos muy concretos. Numerosas investigaciones científicas
demuestran que, lo mismo que las sequías y lluvias más intensas, el gran aumento de intensidad de los huracanes durante los últimos 30 años son una consecuencia del calentamiento global del mar y de la atmósfera, provocado por las actividades humanas.

Hace dos semanas, esta tendencia al aumento de catástrofes naturales y de sus repercusiones tuvo una nueva hija, a la que se llamó Katrina, cuyas consecuencias a estas alturas son ya sobradamente
conocidas: cientos de muertos, ciudades devastadas, anarquía urbana, estado de excepción, etc., y una situación de caos imposible de imaginar en la primera potencia mundial. Pero los efectos del Katrina van todavía más lejos: el huracán se nos vuelve, de forma indirecta, a la cara. Así, nos enteramos de que Katrina provoca una escalada del crudo, que se va sumando a la crisis energética actual. Ni más, ni menos, viene amenazando, según la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) con anular la recuperación del crecimiento económico de la zona euro…

Sabemos de sobra los ecologistas que no existe peor cosa que una economía del crecimiento sometida al decrecimiento. Sin el crecimiento económico, una de las más graves drogas “legales” de
estos tiempos, nuestro sistema socio-económico se queda paralizado y, en su caída infernal, arrastra consigo en primer lugar a los más desafortunados. Recesión, paro: nuestro amigo ciudadano se queda sin trabajo. De pronto, nos damos cuenta de un principio ecologista básico: para lo bueno y para lo malo, vivimos en un mundo totalmente interrelacionado. El arrancar un coche en Euskadi provoca un huracán en Luisiana, que deja a su vez sin trabajo al conductor del coche (y
dentro de poco, por falta de petróleo, también le dejará sin coche). Tras el “efecto mariposa”, descubrimos el “efecto boomerang”.

Seguramente al no conocer este terrible efecto, un trabajador preocupado por su futuro y convencido por los medios de comunicación de las deficiencias del sistema público de pensiones, invirtió su
dinero en fondos de pensiones. La banca que gestionaba su dinero lo prestó luego a una multinacional, que se vió obligada a reducir sus costes para contentar a la banca que le exigía una alta rentabilidad, lo que incluyó cerrar la fábrica que empleaba al trabajador.

Ahora sí lo saben ustedes: el deporte preferido de los ecosistemas naturales y humanos es el boomerang, con un terreno de juego único: el planeta. Y la única manera de que, en su retorno, este boomerang no se tope con nuestra cara -sin caer en la tentación de hacerlo rebotar a otro lado del planeta con más fuerza aún-, reside en nuestras facultades individuales y colectivas de aplicar un modo de vida sostenible, radicalmente diferente al actual. Solidaridad y responsabilidad a nivel local y global, conciencia ciudadana y un cambio profundo y rápido de las políticas públicas actuales. Dicho de otra manera, caminar hacia una sociedad verde pero madura.


FUENTE: Florent Marcellesi e Iñigo Aguirre

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