DISPARAR A LA CABEZA
Los Verdes han solicitado al Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) que abra expediente y separe del cargo al presidente del Tribunal Supremo, Francisco José Hernando, por esas declaraciones en las que apoyó el argumento del “tiro a la cabeza” al sospechoso de terrorismo suicida y la aseveración de que “estamos inmersos en la Tercera Guerra Mundial”.
Todos somos libres de pensar y hasta de decir barbaridades, si se incurre en delito uno se atiene a las consecuencias y ya está. Pero cuando se ostenta un cargo público, y hablamos de la presidencia del Tribunal Supremo, las palabras se han de medir con sumo cuidado. No se puede justificar que se dispare en la cabeza a la gente sospechosa, de ninguna de las maneras porque nos estamos cargando los cimientos de la justicia, de la libertad y de la democracia. Pero menos aún cuando tenemos sobre la mesa todavía el cadáver de la primera víctima de esta medida que, además, era inocente. En este caso, como el primer tiro no fue en la cabeza, se le remató en el suelo. Nadie se molestó en preguntar o comprobar algo tan elemental como su identidad.
La flema británica está rozando la crueldad. El miedo es el peor enemigo del ser humano, es el sentimiento que le lleva a cometer las mayores atrocidades, y a traicionarse a sí mismo como en ninguna otra situación. Y ésa está siendo la victoria del terrorismo. Han despertado el fantasma del pánico, y han conseguido que nosotros solos nos cercenemos las propias libertades, levantemos muros y nos amenacemos constantemente. Ha conseguido que el presidente del Tribunal Supremo sostenga que está bien disparar a la cabeza a un sospechoso. Y sospechamos de los que llevan barba, los que portan mochila, de los que se abrigan en verano, de los que hablan árabe, los que no hablan, de la policía, del transporte público… El otro día, en Nueva York, las fuerzas especiales tomaron una guagua en plena calle. El conductor les había avisado, tenía a cinco pasajeros sospechosos: llevaban bolsillos abultados. Era una guagua turística, y los pasajeros llevaban objetos normales, folletos arrugados y poco más... A la misma hora, se desalojaban varias estaciones de una línea de metro porque había una bolsa abandonada.
Estamos caminando en el filo de la demencia colectiva. No creo que este tipo de ataques se solventen con presión policial, ni con disparos a sospechosos, ni con más vigilancia. Cuando uno está dispuesto a todo, incluso a morir, es prácticamente imposible frenarlo. Quizá sea el momento de sentarse en una mesa, hacer política y negociar. Nos jugamos la vida y la libertad.
FUENTE:Esperanza Pamplona , CANARIAS AHORA 29-7-05
Todos somos libres de pensar y hasta de decir barbaridades, si se incurre en delito uno se atiene a las consecuencias y ya está. Pero cuando se ostenta un cargo público, y hablamos de la presidencia del Tribunal Supremo, las palabras se han de medir con sumo cuidado. No se puede justificar que se dispare en la cabeza a la gente sospechosa, de ninguna de las maneras porque nos estamos cargando los cimientos de la justicia, de la libertad y de la democracia. Pero menos aún cuando tenemos sobre la mesa todavía el cadáver de la primera víctima de esta medida que, además, era inocente. En este caso, como el primer tiro no fue en la cabeza, se le remató en el suelo. Nadie se molestó en preguntar o comprobar algo tan elemental como su identidad.
La flema británica está rozando la crueldad. El miedo es el peor enemigo del ser humano, es el sentimiento que le lleva a cometer las mayores atrocidades, y a traicionarse a sí mismo como en ninguna otra situación. Y ésa está siendo la victoria del terrorismo. Han despertado el fantasma del pánico, y han conseguido que nosotros solos nos cercenemos las propias libertades, levantemos muros y nos amenacemos constantemente. Ha conseguido que el presidente del Tribunal Supremo sostenga que está bien disparar a la cabeza a un sospechoso. Y sospechamos de los que llevan barba, los que portan mochila, de los que se abrigan en verano, de los que hablan árabe, los que no hablan, de la policía, del transporte público… El otro día, en Nueva York, las fuerzas especiales tomaron una guagua en plena calle. El conductor les había avisado, tenía a cinco pasajeros sospechosos: llevaban bolsillos abultados. Era una guagua turística, y los pasajeros llevaban objetos normales, folletos arrugados y poco más... A la misma hora, se desalojaban varias estaciones de una línea de metro porque había una bolsa abandonada.
Estamos caminando en el filo de la demencia colectiva. No creo que este tipo de ataques se solventen con presión policial, ni con disparos a sospechosos, ni con más vigilancia. Cuando uno está dispuesto a todo, incluso a morir, es prácticamente imposible frenarlo. Quizá sea el momento de sentarse en una mesa, hacer política y negociar. Nos jugamos la vida y la libertad.
FUENTE:Esperanza Pamplona , CANARIAS AHORA 29-7-05
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