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LOS VERDES DE COLLADO VILLALBA "EQUO COLLADO VILLALBA"

LO VERDE EMPIEZA EN LOS PIRINEOS...

LO VERDE EMPIEZA EN LOS PIRINEOS... Plantar bien para podar menos. Un verdugo anónimo ha emprendido una poda de árboles que se realiza estos días en diferentes zonas de la ciudad. Expertos en la vida forestal consideran que si se plantara en condiciones racionales se reduciría una práctica, la poda, que es necesaria en sus justos términos como criterio demográfico, pero que practicada con abuso afea el paisaje urbano, agrede a un elemento esencial del patrimonio de la ciudad, encarece las arcas públicas (podar es más caro que plantar) y puede convertirse en factor de riesgo. A veces, la solución es el auténtico problema
Los árboles de Sevilla están en el callejero (avenida de la Palmera), en la historia, en sus poetas (el gladiolo de Cernuda), en la actividad económica. Pese a esa múltiple presencia, nadie parece defenderlos de esta sorda y paulatina mutilación. La Administración no sólo no impide esos desmanes sino que, en algunos casos, los propicia. Es el caso de la Junta de Andalucía, que en el Palacio de San Telmo ha emprendido un drástico recorte de olmos y acacias. Más que poda, es un desmoche, una forma de machacar sin criterio. A diferencia del arbolado urbano, en este caso no hay peligro de que la rama de uno de esos árboles sacrificados ponga en peligro la integridad de las personas, cosa más factible en el entramado urbano.

La Andalucía Verde que venera al lince y fomenta el turismo rural va más allá en su falta de respeto al patrimonio. También ha procedido a una poda sin criterio en la Casa Rosa, futura sede del presidente de la Junta que fue sucesivamente vivienda del sastre de los Montpensier, casa del marqués de Mendaro y sede de la Consejería de Medio Ambiente. Para más inri. En este edificio le tocó el turno a una cuaserina, un árbol australiano que se incorporó a la naturaleza del paisaje andaluz. Poda contra un árbol de las antípodas.

La poda indiscriminada tuvo como uno de sus ejes la Plaza Nueva, el espacio más próximo al Ayuntamiento. Todo empezó con la caída de una palmera como consecuencia de un fuerte vendaval. Después, ya por motivos supuestamente profilácticos, le siguieron otras cuatro palmeras y dos plátanos de Indias. Allí, junto a paradas de los autobuses urbanos, yacen restos y vestigios, raíces mondas, troncos sesgados. La poda se entiende como método de regulación del crecimiento de los árboles, un proceso que estas estatuas naturales realizan por un proceso automático hasta que maduran y no crecen más. La poda indiscriminada altera la forma del árbol, debilita las ramas (originariamente principales y adventicias) y en esa debilidad se multiplica su riesgo potencial de desprenderse.

En la génesis de la poda, no existe el riesgo cero con 150.000 árboles en la calle. De ellos, 30.000 naranjos marcados por una doble carencia, una económica, la fruta que ya no es exportada para la mermelada inglesa y que ha sembrado el suelo sevillano de un excedente de naranjas peligrosas para los transeúntes: basta con ver las calles del barrio León, por ejemplo; otra sentimental, el azahar que con los fríos recientes no llegará a tiempo para la Semana Santa fallando a la profecía pictórica del cartel de Guillermo Pérez Villalta, y se presentará en estado de revista para la Feria.

En dos obras literarias que han calado en el cine infantil, El señor de los anillos y Harry Potter, sus autores utilizan la moraleja del árbol vengador contra quienes mancillan la naturaleza, Bárbol, el árbol barbudo creado por Tolkien en la Comarca, y el Sauce Boxeador del best-seller de Rowling. Los defensores de este patrimonio invocan una figura jurídica de Urbanismo, la catalogación de espacios singulares, cuya aplicación salvaría de cualquier intento de agresión ejemplares como el zapote de la Cartuja, el laurel de la torre de don Fadrique, el árbol de coral del hotel Alfonso XIII o el taxodio o ciprés calvo de la glorieta de Bécquer.

Los árboles podados serán arboleda perdida, ironía poética, si la Junta no predica con el ejemplo y el Ayuntamiento no frena su cruzada contra palmeras y plátanos, algunos de ellos casi centenarios. Querer es podar. Existe una analogía mal entendida con los árboles frutales, tipo higuera o albaricoque, sometidos a una poda anual que redunda en la calidad de sus frutos. Pero los árboles urbanos son ornamentales y no requieren de esa frecuencia de los ciclos campesinos. En el norte la poda se hace en forma de paraguas, con métodos más racionales derivados más que de una bondad política de un clima más propicio para los árboles, que con una primavera menos florida llevan puesto el freno de su crecimiento. Una suerte de autopoda.

Plantar bien para podar menos. El árbol correcto en el sitio correcto. Algunos, con las ramas desnudas, parecen cruces de una simbólica inmolación. Y nadie los defiende. Las protestas ecologistas mueren en la oficina del Defensor del Pueblo. Y Andalucía pregona su filosofía verde, que aquí, como la españolada cinematográfica, también empieza en los Pirineos

Lo curioso es que en el celo arboricida de esta poda que es más tala y casi desmoche, se mantiene en pie el tronco del plátano de Indias que se había trenzado en torno a la baranda de la parada de las líneas 25 y 26 de Tussam, las que van a Rochelambert y el Cerro del Águila. La poda, que ya forma parte del paisaje tanto como los propios árboles, supone unos gastos considerables, con la paradoja de que los presupuestos municipales para el cuido y conservación de estos auténticos embajadores de medio mundo brillan por su endeblez.

Torrente Ballester escribió una novela titulada La isla de los jacintos cortados en la que narra la campaña de un tirano para podar todos los jacintos de su territorio por ser los únicos árboles que no se inclinaban a su paso. Realismo mágico y galaico, aunque la flora hecha floresta y follaje abunda más en las novelas del boom suramericano. En Sevilla se está fomentando la rebelión de los árboles.
FUENTE: DIARIO DE SEVILLA 20-03-2005

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