AMBIENTE RURAL.... EN CAMPILLO DE RANAS , GUADALAJARA
En Campillo de Ranas, Guadalajara, 40 de los 170 vecinos son homosexuales. Llegaron animados por el alcalde, un activista gay
El pueblo tiene lista de espera para celebrar bodas entre personas del mismo sexo.María toma el aperitivo en el bar de Campillo de Ranas, donde nació hace 71 años. Si le preguntas qué opina de los homosexuales, responde: "¿Eso qué es?", alargando la e. Pero se hace la tonta. Este pueblo de la sierra de Guadalajara, a hora y media de Madrid, alberga la mayor comunidad rural gay. Su alcalde, el socialista Francisco Maroto, de 40 años, se declaró gay públicamente el verano pasado, y afirma que de los 170 empadronados en el municipio, 40 son homosexuales.
El 3,3% de los españoles asegura haber mantenido una relación homosexual, según el Instituto Nacional de Estadística. Según el alcalde, Campillo de Ranas supera ese porcentaje con holgura. "Si yo no te lo digo, no lo notas; esto no es Sitges", explica paseando por las oscuras callejuelas de pizarra. "Pero, si pasas por el bar a la hora del vermú, sí que hay un número de gays superior al habitual", añade.
¿Cómo ha llegado a ser Campillo de Ranas la meca del gay rural? "La historia de la comunidad gay es como la de los demás neorrurales", explica el edil. "Por muy bonito que te parezca el sitio, si tienes niños, te es más fácil dar el salto de la ciudad al campo si hay otros niños. Lo mismo pasa con las familias gays". Es lo que la antropología llama "redes migratorias".
Ignacio Pichardo, investigador de la Universidad Autónoma de Madrid y autor de uno de los pocos artículos que relacionan migraciones y opción sexual, lo explica así: "Igual que las primeras dominicanas que llegaron a Madrid eran todas del mismo pueblo, no es que un homosexual se vaya a vivir a un pueblo porque sepa que hay otros gays, sino que visita a un amigo, le gusta el pueblo, y, si tiene pensado irse al campo, es más probable que elija ese pueblo que otro".
Alberto y Julián son pareja y se mudaron a Campillo, donde tenían un amigo, hace un par de años. Para Alberto es más lo que suena de lo que hay: "No somos tantos, y además no mola hacer quinielas, ponerse a contar quién es y quién no es. No me gusta la etiqueta de paraíso gay. Simplemente, no es cierta". Alberto recela de que se hable del pueblo como gay: "Es una pena, porque lo que hace falta es que se hable de que necesitamos una carretera nueva".
La fama gay del pueblo hizo que, aunque Carlos y Juan Ángel vivan en Madrid, hayan elegido Campillo para casarse. Son una de las cinco parejas homosexuales en la lista de espera del alcalde, que recibe llamadas para oficiar matrimonios del mismo sexo a diario. Hace tiempo que tiene una apuesta medio en broma con el párroco para ver quien casa a más gente. Por ahora ganan las bodas civiles, y su ventaja crecerá, si, como espera el edil, el efecto llamada funciona entre los invitados a las bodas gays. "Es un pueblo precioso y prefieres que te case alguien a quien le haga ilusión", explican los novios sobre su elección de Campillo. Uno de ellos es de Valladolid, donde el edil popular ha declarado que la unión entre homosexuales "no puede ser llamada matrimonio". "No te vas a ir allí a casarte", dice la pareja, "por mucho que la política se haga día a día, el día de tu boda quieres estar cómodo".
Al concejal del PP en Campillo, Juan Manuel de Pedro, de 46 años, también le cuesta la palabra matrimonio, pero no tendría reparo en casar a dos personas del mismo sexo. "Cada uno tiene que ser feliz como le parezca siempre que no moleste a los demás". "Lo único que podría ser desesperante", apunta, "es que se formara un gueto; que el bar fuese de ambiente [gay], que sólo hubiese bodas gays. Sería una pena que Campillo se convirtiese en Campichueca, pero no van por ahí los tiros". Para el concejal la clave es la tolerancia: "Esto es como un bloque de pisos en el campo, convivir es vital".
Cuando el alcalde llegó con 17 años a un Campillo mucho más rural y deprimido, ya existía una base para esa convivencia: "Desde el principio nos llamaban por nuestro nombre de pila. Los pioneros nos los curramos y, con los años, esa normalización no ha hecho más que crecer", dice.
Roto el hielo, María, la señora que toma el aperitivo en el bar, habla del tema, aunque no menciona la palabra gay ni homosexual: "Conozco a Paco de toda la vida. En los discursos dice que soy su segunda madre. En un pueblo tan pequeño lo importante es ser buen vecino, a mí qué me importa si estás casado como Dios manda, arrejuntado o lo otro".
Más allá de las cifras, "lo interesante es que se están creando nuevos contextos rurales donde se puede vivir libremente la opción sexual elegida", opina el antropólogo. "Siempre ha existido el mito de que los homosexuales huyen del campo porque sólo en la ciudad encuentran anonimato, sociabilidad o tolerancia. El cambio se da porque el respeto a la diversidad sexual ya no es necesariamente patrimonio de las ciudades".
FUENTE:EL PAIS
0 comentarios